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domingo, 15 de febrero de 2015

Así habló el Tao



Antes de hablar con el Tao debo aprender a escucharlo
para ello no hay mejor postura que la meditativa.
Un silencio interno absoluto y algo de ruido en el exterior.
Unos cuervos vienen graznando, mi perro detrás… jadeando.
Cierro los ojos, mirando al Sol,
manos en mudra de recepción solar,
debajo,  cien metros de vertiginoso precipicio
y la calma de ver el mundo en miniatura.
Quizás como lo vería una divinidad,
aquieto mi mente, se hace el silencio.


Es fácil de esta forma saber lo que pensaría un Dios
y lo que hoy ha pensado es
que ya muy pocos saben esperar sentados
y escuchar en silencio debajo de un árbol,

El hombre olvidó que su existencia,
está en el paréntesis de la caída de una hoja otoñal,
en el canto de la cigarra y en la noche estrellada.
 
El hombre, olvidó a su madre, olvidó su causa, olvidó su tiempo.
Como un infante recorre con miedo su propia existencia,
guiado por su propia ignorancia se aferra a la vida temiendo perderla
y mata así su vida para subsistir.
Bendito idiota!

Pero más allá de nuestro propio ruido oigo hablar a los Dioses,
a esos que están ocultos como espíritus del bosque.
Me cuentan, que llega el  tiempo de frenar, de parar,
el tiempo de no hacer, de no pensar,
de dejarse llevar por la existencia y no luchar contra ella.

Los espíritus tranquilos de las aguas remansadas
estarán  encantados de guiarnos en ese devenir,
hacia el sentir de la vida lenta e intensa
que habita en lo eterno de un breve lapso de tiempo

 
Así fue y así será. Así  habló el Tao.

domingo, 8 de febrero de 2015

El peregrinaje interior


Bueno, he aquí un ejemplo para no seguir, el deseo a morir.
Esta muerte puede ser metafórica o real, pero la muerte por suerte o por desgracia no existe, por tanto, todo deseo de morir resultara infructuoso. Sin embargo este deseo surge de la no conformidad con la vida, o mejor dicho, con el camino marcado por otros en nuestra vida.
Pero ¿cómo se llega a ese punto?, pues  a  mi modo de ver, la raíz está en la falta de mirada interior.
Estamos muy acostumbrados a vivir una vida exterior muy activa, pero tenemos una vida interior paupérrima, de hecho a algunos el hecho de parase a pensar en su propia vida les provoca tal miedo que prefieren pasar directamente al telediario para consolarse viendo que hay otros que lo pasan peor y no pensar así en su propia vida, esta es una muerte metafórica muy extendida.
Podríamos explicar que la mirada única hacia el exterior, hace que seamos vulnerables, pues no enraizamos nuestros pensamientos y nuestra manera de enfrentarnos al mundo pasa a ser muy superficial. Debido a la represión que desde pequeños sufrimos, vamos buscando continuamente referencias a las que seguir, llevándonos al vagar entre lo que queremos ser y el miedo a serlo.
Sin embargo la vida puede cambiar en un instante, porque como dijo Arquímedes ” dadme un punto de apoyo y moveré el mundo”, ese punto de apoyo lo encontramos en nuestro interior, y nuestra única arma para ello es la observación de uno mismo, y el perdón de nuestros miedos, obsesiones, ignorancias y de todo lo que vayamos encontrando en ese camino interior, entendiendo que ese camino ha sido sembrado por otros con el miedo y la represión.
Nuestra nueva religión debe hacer honor a la propia palabra re-ligare, “volver a unir”, y lo que hay que unir es nuestros dos mundos, el interior y el exterior.
El miedo es el único obstáculo a batir, un miedo incorporado a lo más profundo de nuestra alma desde que somos seres inconscientes, un miedo que nos ha metido la propia sociedad, la propia religión, la propia familia. No es tarea fácil enfrentarse a ese muro, pero no hay por otra parte tarea más sencilla. El método es desconectar la mente de todo pensamiento, descansar, relajar. Alcanzar un estado de tranquilidad y partiendo de allí, ir recorriendo mentalmente las vivencias habituales para ver qué es lo que nos produce de nuevo el estado de ansiedad, solo descubriéndolo podemos enfrentarnos a ello.
Por decirlo de alguna manera debemos cambiar la dirección de nuestra mirada para ver el mundo con otros ojos, sólo así podemos ser quiénes somos y exteriorizarlo. Veremos así que la vida es un maravilloso paseo por un mundo que solo nos quiere enseñar lo mejor de nosotros mismos.
Como se suele decir en el peregrinaje a Santiago,
"buen camino"